En la ventana hay posada una libélula
que pareciese que me observa: siempre fueron unos seres
fascinantes y entrañables para mí. Sus grandes ojos siento que me dicen: “Tranquila
todo esta bien”.
Desde mi cama me deleito con los primeros
rayos de sol y mi habitación adquiere
unos matices muy relajantes. Hoy le encargue a Margot recados en el pueblo para
que estuviese entretenida toda la mañana. Es una fantástica chica que me acompaña y me hace la
vida mucho más fácil desde hace veintisiete años pero hoy quiero y
necesito estar sola.
La soledad… amo esos momentos de soledad
cuando entro en estado de paz y puedo sumirme en lo más profundo de mi ser y
analizo mis obras, mis pensamientos y actos pasados.
Pero es hoy, es hoy cuando siento la
necesidad de estar conmigo misma de una manera muy especial y esta soledad y el
estar tumbada en mi cama me permiten tener un momento realmente para mí.
Margot salió hace un momento y no volverá
hasta la tarde, pues, después de los recados, comerá en casa de su tía Delfina
que fue quien la cuidó desde que nació ya que su madre, tristemente, falleció
en el parto. En aquellos años y más en el lugar que nos encontramos un parto complicado
la mayoría de las ocasiones terminaba de una manera trágica. Margot es una cría
maravillosa y digo cría aunque ya tiene cincuenta y cuatro años. Es una persona
que siempre está con la sonrisa en el rostro y de buen humor y que allá donde
va lo ilumina todo de luz y alegría. Verdaderamente soy afortunada de haberla
tenido a mi lado todos estos años.