Pintado durante una de las dos breves temporadas en que el artista 
malagueño permaneció en Madrid, entre finales del siglo XIX y comienzos 
del XX, este lienzo posee una curiosa historia. Presentado por su autor a
 la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1901 y tras haber obtenido 
como único galardón una mención honorífica, Pablo Picasso optó por no 
pasar a recogerlo una vez finalizado el certamen. 
Transcurrido el 
tiempo, al cabo de varias décadas, la pintura fue localizada y rescatada
 de su olvido por Enrique Lafuente Ferrari, director a partir de 1954 
del entonces denominado Museo de Arte Contemporáneo, entrando así dicha 
pintura a formar parte de las colecciones estatales.
El gran 
novelista Pío Baroja relata magistralmente en sus memorias el ambiente y
 la época en que el pintor realizaba este tipo de retratos femeninos: 
«Pablo Picasso, cuando estuvo en Madrid, había tomado un estudio hacia 
la calle de Zurbano, y se dedicaba a pintar de memoria figuras de 
mujeres de aire parisiense, con la boca redonda y roja como una oblea. 
Picasso era tipo de mirada aguda, con una sonrisa irónica y burlona». 
Precisamente una de las más bellas de esas figuras es sin duda esta 
anónima Mujer en azul, de ampulosa vestimenta y enigmáticos ojos.
Paloma Esteban Leal
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